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Martes, 1 de Abril del 2003   

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Musicoterapia (Parte I) (continuación)


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Arnau de Vilanova, autor español (1240-1311), escribió sobre el auténtico sentido y valor de la Musicoterapia aduciendo que no servía para curar todo tipo de enfermedades, sino como fuerza modificadora del estado de ánimo, lo cual es la mejor ayuda para que los remedios físicos, farmacológicos o psicológicos sean eficaces, ya que es innegable la influencia del espíritu sobre el cuerpo y viceversa. De ahí la razón de ser de la medicina psicosomática.

En el s. XV, el pintor Hugo Van der Goes, fue conducido a Bruselas donde se le trató con música para curarle de una depresión nerviosa.

En este mismo siglo, Marsilio Ficino se esforzaba en dar una explicación física a los efectos de la música, uniendo la filosofía, medicina, música, magia y astrología. Aconsejaba ejecutar e inventar aires musicales a las personas que padecían melancolía.

Ambrosio Paré, cirujano francés de s. XVI, célebre por haber introducido la ligadura de las arterias y venas como sustituto del hierro candente para cortar las hemorragias, cerraba cada una de las historias clínicas con esta frase: "Yo lo atendía y Dios lo curó". A pesar de poseer una mente científica muy avanzada para su época, creía que el tratamiento médico no bastaba para curar la enfermedad y que era necesario el auxilio divino. Sin embargo, prescribía el uso de la música durante la convalecencia.

Oliva de Sabuco (s. XVI) consideraba que la música era capaz de modificar el estado de ánimo del enfermo y que su poder radicaba en actuar sobre la psique humana influyendo sobre su parte psicológica. Adelantándose a su tiempo, introduce la idea de la importancia de que el músico terapeuta no se limite únicamente al empleo de la música, sino que ésta precisa del apoyo de buenas palabras, o psicoterapia de apoyo, junto con un conocimiento lo más profundo posible del enfermo.

También habla del efecto contraproducente de los sonidos excesivos y desagradables, que puede derivar en enfermedades mentales y desequilibrios nerviosos temporales que se traducen en dolencias físicas, accidentes, riñas y otras desgracias.

El médico de Enrique IV, André du Laurens (1550-1609), ya señaló la capacidad de la música para hacer cambiar el estado de ánimo y para luchar contra la melancolía.

Por la misma época Bartolomé de Granville recomendaba escuchar música vocal e instrumental como tratamiento en trastornos maníacos. Autores como Mersenne, incluyeron capítulos de Musicoterapia en sus escritos y médicos como Pinel, Esquirol, Leuret, Dupré, Nathan o Bourneville, investigaron la utilización de la música en sus tratamientos.

El Barroco ( s. XVII-XVIII) fue una época enormemente creativa en música. Desde el s. XVII, los médicos empiezan a contemplar el valor terapéutico de la música en términos de fisiología y psicología. ver imagen 7 Encontramos gran cantidad de estudios y tratados para probar que las vibraciones musicales sutilizan y atenúan las espesas materias de la atrabilis (secreción del hígado, amarilla y amarga que activa la digestión). En 1650, el padre Atanasio Kircher dijo que si la música no puede curar todas las enfermedades, por lo menos influía favorablemente en las que provenían de la bilis amarilla y la atrabilis.

En el s. XVIII ya encontramos cierto material de investigación sobre los efectos puramente fisiológicos de la música, como por ejemplo, diversos estudios realizados de los efectos de la música sobre las fibras del organismo, atribuyéndole un efecto triple: calmante, incitante y armonizante. Investigaron sobre la relación entre los ritmos corporales y la música, el pulso y el tiempo musical.

Richard Browne, en su libro "Medicina musica", describe como el canto influye en el movimiento del corazón, la circulación de la sangre, la digestión, los pulmones y la respiración, ya que al cantar, la presión del aire sobre los pulmones es mayor que en la espiración común. Recomienda el canto en casos de asma crónica, en los intervalos entre ataques, para prevenir recaídas o aliviar el paroxismo. Sin embargo lo considera contraindicado en casos de pleuresía, neumonía o cualquier trastorno inflamatorio.

El padre Antonio José Rodríguez (1709 -1781), monje cisterciense, es el autor de la primera obra española de Musicoterapia con inquietudes científicas. Partiendo de la medicina tradicional, considera que la música, como elemento físico y armónico, es capaz de modificar el estado de ánimo y, a través de él, influir sobre los humores corpóreos, o sea, sobre las funciones fisiológicas. Intuye que la música cura únicamente las enfermedades debidas a anomalías en el estado de ánimo.

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